81 x 65 Óleo sobre lienzo
Julio de 1966…
Al cabo del año de estancia experimental en París, Fausto vuelve a Jaén para pasar el verano en su tierra. Encontrándose al estrecho en la casa familiar, trata de encontrar un lugar adecuado donde poder trabajar sobre el proyecto que está iniciando el Grupo Jaén. Se trata de una exposición colectiva, encabezada por el galerista fotógrafo Martín Ripoll, y que se llevará a Ciudad Real a finales de agosto. Consigue Fausto, mediante la intervención del escultor Damián Rodríguez que el propietario de la tienda de antigüedades, Rosalte, le conceda temporalmente el alquiler de un estudio.
Veloces y rápidos, los materiales necesarios, pinturas y pinceles, pasan de la casa de la calle del Arroyo, donde nos alojan sus padres, al nuevo taller en el que Fausto, prontamente, embiste al tajo.
En la mitad de la Carrera de Jesús, sofocando de calor, sito entre la tabernilla de la esquina sin silla y el Camarín de Jesús, tristemente abandonado, si no fuese por la presencia activa del pintor Paco Cerezo, ahí pues, detrás de una reja desconchada, bordando la acera y lindando con una puerta enana, se escarcha el antro, cómplice de artistas.
Pasados unos días de puesta en marcha se va desarrollando una labor a salto de caballo, intercalándose chatillos de Valdepeñas con los amigos en el bar vecino y atenciones a la familia o excursiones con el 2CV a Otíñar a ver los monigotes rupestres de las cuevas o a Andújar, a tomar unos tallos con chocolate.
Sin embargo, pasados unos días, los respaldos de las sillas y del sillón cojo que amueblan la habitación, se erizan de cuadros con dimensiones dispares y figuraciones extrañas que atraen los atisbos de viandantes poco discretos y que, desde la acera, intentan captar de reojo el ambiente rarillo tras la reja ; a la vista, cuadros esturreados por el suelo, bastidores colgados de un clavo uno encima de otro, silueta de una muchacha de habla extranjera, fumando descaradamente en medio del desorden.
Las tardes somnolientas, templando la espesura de los tabiques enyesados, ven nacer bajo la desnudez blanquecina y la luz filtrada por el polvo, varios esbozos sin orden temático ni tampoco especial unidad colorista. Lienzos y cartulinas dejan percibir la intención legítima de querer rellenar el monedero un tanto aplastado… además de expresar la premura exigida por la próxima exposición. Y hay que tener en cuentas las influencias de los amigos cuyos puntos de vista se tendrán que respetar ; pues Fausto, creyéndose sobradamente provisto de obras con las tintas que traía de Paris, se apunta muy ligeramente al proyecto. A la hora de llevar la carpeta que encierra las cartulinas para enseñárselas a los componentes del grupo, se da cuenta de que le va a ser imposible ir más allá en su disposición participativa. Las apreciaciones halagüeñas de los colegas se vuelven caritativamente en consejos prudenciales : “Es que… por Europa, claro, la gente está más preparada ¿entiendes? Mirar y entender obras de este tipo… aquí, todavía… le va a caer mal al público…”. Para más INRI, la exposición en Ciudad Real es oficialmente patrocinada por las delegaciones de Trabajo e Información de Turismo de la provincia. Desde luego, ciertas representaciones, creadas en la imprenta parisina, estremecen por su escarnecedor peso dramático. Se comprende que, para quienes aguantan un lacerante mutismo en el mismísimo terreno del caos pasado y desde tantos años, resulte penoso enfrentarse a tan sugestivas crudezas abigarradas ¡manque de arte se trate!
Obras como El guateque, inundados de rojo techo y suelo, donde se entremezclan grandes crucifijos negros colgados en la pared con parejas bailando en contraluz o esta otra, estirando trazos hasta conseguir tres cabezas negras, puños blandiendo una cruz que chorrea ceniza con un sable levantándose o aquella que hace surgir un gigante (¿cabezudo?) diáfano, soplando una angustiosa luminosidad ardiente por encima de supuestos cráneos oscuros, son obras poco sosegadas. Como si este manojo de hojas volátiles llevase consigo, desde París, rescatados unos antiguos esperpentos de vuelta a sus respectivas moradas donde ya ¡nadie los conoce!
Así que, dócilmente, siguiendo las advertencias de los compañeros, Fausto se encierra en el estudio prestado y, alternando contactos familiares y visitas fortuitas, va esbozando trabajos que espera sean presentables…
En el caballete instala una cartulina de pequeño formato que absorbe, con desganas parece, los marrones y tierra de siena, que salen empujados de los tubos Rembrandt. Poco a poco las sedas de los pinceles logran exhibir el cuadro En el bar, cuyas desfiguraciones se arriman a un ebrio desamparo humano. A esta triste escena, le siguen dos lienzos que representan, en rito de bendición aurífera, a dos monaguillos envueltos por humeantes vapores incensarios que dejan explosionar las escarlatas sotanillas debajo de sus encajes almidonados. (Quien supiera de aquellas dos obras, por favor, nos lo señale)
Pues lo religioso en cuanto a temas pictóricos, si apartamos los encargos oficiales del Estado, sigue teniendo su afición, oponiéndose, a menudo, a las opacidades soleadas de los paisajes descriptivos que, con la intención declarada de hacerse de valer, canalizan a su vez el gusto popular.
Los monaguillos, confiados al galerista fotógrafo Ripoll, en seguida encuentran compradores. Muy pronto se le pide a Fausto nuevas escenas rituales pero, aunque le agradan las luces eclesiales, los dorados platerescos, los capirotes, cruces, vírgenes y procesiones, Fausto trata de evitar la perspectiva de cualquier facilidad repetitiva. Lástima de monedero… Ahora bien, mientras haya para tomarse unas cañas con los amigos... ¡tan felices!
RONDEÑA
Muy arraigado tiene Fausto en su alma el principio idealista de la amistad ; a través de eventos familiares, reuniones taberneras, charlas callejeras, veladas cantaoras, investigaciones compartidas... las manifestaciones gregarias apuntalan el edificio que construyen sus esfuerzos artísticos.
Pero en este Julio del 66, voluntariamente apartado y desde el estudio de la Carrera de Jesús, Fausto se pierde en cavilaciones, reflexionando sobre los temas que tendrá que pintar sin salirse de las lindes, para el 16 de agosto, con el Grupo Jaén, del cual resulta ser el representante más joven. Los componentes de la asociación son compañeros y amigos pintores : Domingo Molina, Paco Cerezo, Carlos Barreras, Martin Ripoll, Francisco Baños Dolores Montijano, José Cortés, Juan Hidalgo, Miguel Viribay, Pepe Hornás. Algunos se explayarán en paisajes serranos, otros se expresarán a través de jugosos bodegones. Fausto, por su parte, paulatinamente, interroga un lienzo. Primero a brochazos sepia y circulares, como desempolvando el brocal de un pozo ; luego, exhumando del espejo cristalino sus más jondas vivencias. Hasta que, por rodales, unos rostros añejos, íntimos, circunscritos, rodeen la luz céntrica de una guitarra poseída ella por el gancho de una mano oscura. Una mano, cuyo baile de ayes, a bocanadas, aprieta una voz esquinada a la derecha del cuadro. Tenso, recortado, entre cinco respiros en vilo, el aire nocturno concentra la virilidad de las cinco sensibilidades.
Detrás de las figuras agrestes el fondo del cuadro se viste de alumbrados urbanísticos mientras la ronda estelar, dándoles las espaldas, penetra la hondura de míticos sonidos negros.